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Armando

Esta es la historia de Armando y su relación con la naturaleza, especialmente con los árboles, sus flores y frutos; así como con el agua de los ríos, los lagos y mares.

Armando. (Ilustración, Centennial: Gérman Gómez).

Armando nació en un país que se llama Costa Rica y está en Centroamérica, el puente que une a la América del Sur con la del Norte. Desde muy pequeño se hizo amigo de la música, le encantaba oír la flauta. Sus padres sabían que al ponerle música de flauta se ponía muy alegre, movía sus manitas y luego se quedaba escuchando con atención y se quedaba escuchando con calma.


Cuando cumplió 7 años, sus padres le regalaron una flauta y como por arte de magia la empezó a tocar, las notas salían con la armonía y la dulzura de los trinos de los pájaros. Con la flauta, lograba el murmullo de los ríos o de la lluvia. Sus maestros y padres –que eran músicos- entendieron que Armando ya traía un don musical especial y que ya le habían enseñado lo que ellos podían.


Armando era hijo único. Sus papás lo amaban con la intensidad del mar y del cielo; así como todos los papás aman a sus hijos. A ellos les encantaba cuando tocaba la flauta en casa; a veces, Armando iba a tocar su flauta a un pequeño bosque cerca de su casa y los animalitos se acercaban porque les encanta la música y Armando encontró que su música era un camino dulce para unir personas y animalitos. Entonces empezó a ir todos los días al bosque.


Tocaba su flauta horas y horas, así se le despertaba la felicidad. Sintió que también a las plantas, los árboles y las flores, les encantaba su música. Imitaba con su flauta a los trinos de los pájaros y los pájaros se acercaban para trinar juntos. Es bosque se sentía contento.


Un día, Armando notó que miles de flores de color morado habían aparecido en el bosque, al día siguiente, estaba lleno de flores rojas; luego amarillas, azules. Cada día cambiaban de color. Él creía que era por los compositores que las flores expresaban su preferencia; un día interpretaba a Chopín, otro a Malher, otro a Mozart. Pero las flores siempre cambiaban de color. ¿Cuál era el mensaje de las flores?

Bosque. (Ilustración, Centennial: Gérman Gómez).

Un lunes llegó muy temprano al bosque, lo encontró lleno de flores moradas por todos lados; no había otra flor de diferente color, sólo moradas. Iba a sacar su flauta, cuando vio a un anciano indígenas maya sentado en un tronco.


—Buenos días; —dijo Armando.


El anciano enseñó una sonrisa y contesto:


—Buenos días Armando.


—¿Usted sabe mi nombre? —Preguntó Armando.


—También sé que nació en el día de los Guías Espirituales y que tiene el nagual del 8 venado y hoy le traigo un mensaje del bosque; —dijo el anciano.


—¿El bosque habla? —Preguntó Armando.


—El bosque se comunica, toda la naturaleza se comunica por diferentes medios. En esta oportunidad el bosque me ha pedido —mediante sueños— que le traduzca su mensaje. ¿Se ha dado cuenta de que cada día el bosque le enseña un color por medio de las flores? Dijo el anciano.


Sí —dijo muy feliz Armando— cada día las flores tienen un color diferente; pensé al principio que estaban a gusto con la música de mi flauta, luego sentí que les gustaba determinado compositor musical, pero no fue así. ¿Cuál es el mensaje?


—El bosque le está pidiendo que haga un pacto de amor entre los humanos y el reino vegetal. Un pacto de no agresión y respeto mutuo. Por eso, le enseñan cada día un color del arcoíris, ahora por ejemplo están violetas todas las flores y ese es el primer color creado dentro de la naturaleza, el primero de abajo hacia arriba del arcoíris. Es el color de la creación. El reino vegetal le dice que los humanos que se deben acercar. Que es necesario estar unidos para salvar al mundo; —dijo el anciano.


—¿Salvar al mundo? —Interrogó Armando.


—Sí, —continúo el anciano maya- los humanos se han acercado a los otros animales, tienen perros, gatos y tantos tristes zoológicos, pero no al reino vegetal, a éste sólo lo han destruido y es el que les puede enseñar un camino para conocer su propósito o misión en la vida por medido de la espiritualidad que duerme en ellos. Cuando los invasores llegaron hace más de 500 años a Centroamérica, aprendieron a sacar medicinas del reino vegetal, pero luego se olvidaron y parece que la humanidad está en guerra contra el reino vegetal. Por eso, el bosque le propone un pacto.


—¿Cuál sería ese pacto?- Preguntó Armando.


—El pacto que representa al arcoíris, consiste en que usted se dedicará a tocar la flauta y con su don y dedicación logrará ser uno de los mejores flautistas y dará conciertos en todo el mundo, pero antes de empezar prenderá una vela y dirá que esto significa un pacto de amor y cuidado entre los asistentes y el reino vegetal; le agradecerá al reino vegetal todos los alimentos, las medicinas y tantas miles de maravillas que nos da e invitará a cumplir el pacto. Así nuestra naturaleza interior tendrá como hermana a nuestro reino vegetal. También dirá que cada nota que sale de su flauta está dedicada al reino vegetal que los ama en silencio; dijo el anciano maya.


—¿Y usted me acompañará para que me crean? —Dijo Armando.


—No hay necesidad de eso; el ocho venado posee dentro de su símbolo una mano que une y un loro, la mano es liderazgo y el loro es el don de la palabra. Usted Armando tiene la capacidad de entrar al corazón de la gente y desde allí, podrá convencer; —respondió el anciano maya.


— ¿Todo esto lo puedo contar? —dijo Armando.


—Es mejor guardarlo como un secreto —dijo el anciano— pero se los puedes contar a tus padres, a ellos siempre debes contarle todo, pues ellos están para protegerle. Debes decirles a los humanos que nadie es más importante en la creación de Dios, que busquen adentro de su corazón, pues quién ha encontrado a su espíritu no le hace daño al reino vegetal.


—¿Entonces mi misión es tocar la flauta? —Preguntó Armando.


¡No! La flauta es un instrumento para cumplir su misión. Cada persona posee los dones y cualidades para cumplirla; a unos se les da una inteligencia especial, a otras la creatividad; lo importante es saber que hemos venido a este planeta a un lugar exacto y con una misión que cumplir; —dijo el anciano maya.


—¿Cuándo lo volveré a ver? —dijo Armando.


—Cada vez que desees verme pídaselo a su corazón y me apareceré de inmediato en el bosque, -contestó el anciano.


—Como mis abuelos ya no están vivos, ¿Le puedo pedir que sea como mi abuelo?-Preguntó Armando.


—¡Claro que sí! —respondió el anciano —es un honor tu solicitud y te digo que ya han nacido varias personas que traen como misión hacer comprender a los niños y niñas que los ancianos —hombres y mujeres son sus abuelos y que son los soles que deben alumbrar con su amor, a toda la niñez del mundo.

Armando conversando con el anciano. (Ilustración, Centennial: Gérman Gómez).

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