Cuando lo social se vuelve político, la enorme fuerza del discurso
La política es una disciplina complicada en muchos aspectos. Y, para quienes somos casi totalmente ajenos al mundo político, comprender su funcionamiento y sus estrategias puede llegar a ser difuso, en muchos de los casos. Sin embargo, y sin ser experto en el tema, considero que cada vez es más común que las agrupaciones políticas aprovechan en muchas ocasiones cuestiones sociales como bandera política, y adquieren tomen sus ideales para ganar adeptos a sus causas «diplomáticas».

Recientemente un juez federal de Texas ha emitido un fallo que da luz verde para que la administración del presidente Joe Biden termine con la política conocida como «Permanece en México», la cual estipulaba que todas las personas que solicitasen asilo en el coloso norteamericano debían esperar en la frontera a que su trámite tuviese algún tipo de resolución.
Esta es una noticia muy positiva para los migrantes que han esperado durante mucho tiempo una resolución y que han permanecido en la frontera. Dormir en carpas, frente a la frontera y con un futuro totalmente misterioso hacían que, y citaré lo que me dijo una vez un académico de ASIES cuyo nombre voy a omitir, pareciese un campo de refugiados de guerra.
Si lo pensamos bien, si son refugiados. Son refugiados de una región presa de la corrupción, que los ha tenido prisioneros día a día, mes a mes, año a año. Sin embargo, y ahora es donde me gustaría tocar el título de esta columna, a lo largo de muchos años, especialmente durante la administración del expresidente Donald Trump, la migración fue vista como un acto criminal, como si tuviesen la culpa de los males acaecidos en Estados Unidos y fueran una célula cancerígena contagiando a todo el cuerpo.

A lo largo de muchos años Trump se encargó de construir una narrativa en contra del fenómeno migratorio y llegó al extremo de decir que construiría un muro, lo que tomo siempre como una metáfora o alegoría (desconozco realmente si llegó al punto de construir tal puente) para ver el desprecio que le tenía a los migrantes.
Helena Olea, directora de Programas de Alianza Américas, en una intervención en la cadena de noticias CNN, mencionaba que «necesitamos un cambio de discurso, que no hemos visto en esta administración, que sin duda contribuiría a acabar con la demonización de la migración».
Pongo el ejemplo de la migración, pero en el mundo político hemos visto muchos casos sobre lo poderosa que puede ser la palabra y la retórica en pro o en contra de muchas cuestiones, en su mayoría sociales. Una poderosa narrativa política puede hacer ver algo malo como bueno y viceversa, puede denigrar a un grupo o exaltar a otro solo empleando la palabra.
Hoy percibo que las cuestiones político-sociales son importantes para construir estas narrativas tan confrontativas. Muchas veces los partidos políticos, vehículos importantes de representación política, cada vez están abanderando sus causas dependiendo de su postura ideológica. Así como algunos abogan, por ejemplo, por el matrimonio igualitario como una nueva forma de igualdad, otros rechazan la idea y dicen que es una desvirtuación del matrimonio. Y ¿cual será la ganadora? No la que diga la verdad, y no voy a incurrir en juicios de valor, sino la que sea más trascendente e impacte más.
De este modo, muchos son los grupos que se aprovecharán de cuestiones sociales para conseguir favoritismo, aunque no digo que todos lo hagan. Pero es un peligro que está allí y que claro que nos puede damnificar si no somos demasiado crédulos. Por ende, lo invito a formar su criterio y a profundizar en sus creencias, para que ninguna narrativa lo haga cambiar de parecer.
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