La filosofía es rascar donde no pica
¿Qué es la filosofía? ¿Para qué sirve? Para el sentido común, una pregunta tiene sentido, solo si encontramos su respuesta, pero para la filosofía es al revés. La filosofía es una actividad extraña: se hace preguntas extrañas. No se hace preguntas para encontrar respuestas, sino para cuestionar las respuestas hegemónicas, las certezas instituidas.

La filosofía no resuelve problemas, sino que los crea allí donde se nos dice que no hace falta problematizar la realidad, que todo funciona bárbaro. Ahí, la filosofía es donde más preguntas se hace. El filósofo estadounidense Richard Rorty solía decir: «Hacer filosofía es rascarse donde no pica». Y, ¿cuál es el sentido de «rascarse donde no pica»? Porque se supone que deberíamos rascarnos donde sí pica. Parecería una actividad inútil. Es que hacer filosofía tiene que ver con lo inútil.
En la filosofía hay una idea de saber inútil. Pero, ¿saben por qué? Porque se cuestiona por qué todo tiene que ser útil. ¿Para qué sirve la filosofía? Para preguntarse por qué todo tiene que servir para algo o para alguien.
Preguntar el porqué del porqué del porqué del porqué del por qué.
Hacer filosofía es una manera de pensar; una manera de pensar que busca fundamentar el sentido de las cosas que se nos presentan como obvias. ¿Qué es fundamentar? Es llevar la pregunta a la máxima expresión; preguntar el porqué del porqué del porqué del porqué del por qué… y así, al infinito.
Por otra parte, y regresando al análisis de Rorty, «rascarse donde no pica» nos hace pensar si realmente hay zonas de nuestro cuerpo que no pican. ¿Realmente hay alguna parte nuestra que no pica? Perdón, pero todo pica.
¿Cómo no va a picar la guerra si nacemos para morir? ¿Cómo no va a picar la desigualdad y pobreza si la mitad del mundo se muere de hambre? ¿Cómo no va a picar la injusticia y la violencia si la impunidad es la norma? ¿Qué significan entonces «rascarse donde no pica»?
Aquel pensamiento en el que estamos inmersos; normalizados
¿No será al revés? Que en realidad tenemos la mitad del cuerpo anestesiado. Y por eso creemos que hay zonas nuestras que no pican. ¿Y quién nos anestesia? ¿De qué se trata esa anestesia? Porque desenmascarar esa anestesia, es entender cómo funciona el sentido común. Aquel pensamiento en el que estamos inmersos; normalizados.
¿Qué es el sentido común? Martín Heidegger lo explica con la categoría del «impersonalse» (Heidegger, 2016). Pensamos lo que se piensa, deseamos lo que se desea, sentimos lo que se siente. En general todos estamos viviendo en un mundo plagado de entes, donde nuestros comportamientos, nuestras conductas nuestros sentidos, no suelen ser propios. Ese «impersonalse» define nuestra existencia inauténtica. Porque no nos apropiamos de lo que es nuestro sentido propio, nuestra búsqueda de sentido particular, sino que estamos entramados en un trasfondo que no elegimos.
Estamos siendo parte de un sentido común que nos piensa.
Creemos que estamos pensando libres y autónomos, pero estamos siendo parte de un sentido común que nos piensa. Pensamos al interior de formas previas que acomodan nuestro pensamiento.
¿Podemos deconstruir el sentido común? La filosofía es una práctica permanente de deconstrucción del sentido común. Deconstruir no es destruir; deconstruir es desarmar el modo en que el sentido común nos hace a todos pensar del mismo modo. Por eso, cuando construimos, emancipamos a la realidad de su sentido único y mostramos que todo puede ser de otra manera. Deconstruir para ser más libres.
La filosofía no nos provee de certezas ni de respuestas definitivas.
Y es que la filosofía no nos provee de certezas ni de respuestas definitivas sobre los grandes cuestionamientos existenciales; pero, nos ejercita en la libertad de la pregunta y nos invita a ser más libres, más abiertos. A ser más sensibles con el mundo que nos rodea.