«No sé cómo cuidar a mi hijo»
Por Ammi Canle
2 de octubre de 2022
Como saben, el uno de octubre se celebra una de las cosas, a mi parecer, más importantes. El día del niño. Ellos son el alma del país, son quienes con su inocencia y amor llenan de luz cualquier lugar. ¿Recuerdan su infancia? Eran interminables las preguntas del por qué ¿Por qué esto? ¿Por qué lo otro? ¿Por qué aquello? Espero recuerden los buenos momentos que tuvieron en sus fiestas de cumpleaños, en las salidas familiares, en el colegio con sus amigos o incluso el llenarse la boca de dulces sin siquiera pensar en las caries que saldrían muy pronto en sus dientes.
Nada de eso importaba, en aquel entonces, porque éramos niños. Porque tuvimos la oportunidad de crecer en una familia que nos amaba, que nos cuidaba y que atendía a nuestras necesidades y deseos. Pero no todos tuvieron la misma suerte.

Este sábado pasado fui a una aldea en Santa Elena Barillas del municipio de Villa Canales. Con un grupo de ocho personas nos reunimos para celebrar el día del niño a más de 60 infantes, que por diferentes razones no lo celebran como nosotros lo hacíamos. Entre estas razones está la pobreza extrema, padres que no pueden alimentar a sus hijos tres veces al día o de madres que no pueden prestarle atención al niño cuando deben mantener al esposo que regresando de trabajar requiere de toda la atención. Según la Unicef, en Guatemala hay 7 millones de niñas, niños y adolescentes menores de 17 años. La pobreza afecta a 8 de cada 10 niños indígenas y a 6 de cada 10 no indígenas. Como dije, no todos tienen la fortuna de crecer en un ambiente próspero y agradable. A pesar de eso, cuando llegamos a la aldea, ellos nos estaban esperando, sonrientes y alegres. Muchos sin zapatos, muchos con la ropa sucia o desgastada y otros sin haber comido desde el día anterior. Abrazando y dando besos a todos los que íbamos a visitarlos.
Nos reunimos en un área “verde” cerca de una construcción, porque era el único lugar en donde nos permitieron hacer la actividad. Entre tantos niños logré visualizar a una niña, de 12 años, con cabello negro y largo. De complexión delgada, con un suéter negro que ahora parece blanco y unos pantalones que le quedaban cortos. No llamaría la atención del resto si no fuera por el bebé de 6 meses que cargaba en sus brazos. No era su hermanito, no era hijo de alguien más, era de ella. Resultado de una violación realizada el año pasado durante pandemia. Según el Ministerio Público (MP), en Guatemala, se registran alrededor de 46 mil denuncias de delitos contra la niñez y las mujeres en este 2022. María, quien permanecerá bajo este seudónimo por su protección, no tiene a nadie que le ayude a cuidar de su niño. No puede amamantarlo, no consigue leche, Incaparina u otra comida básica, ni para ella ni para el bebé. María apenas habla luego del trauma de recibir a su hijo por su cuenta propia, pero todos, incluidos ella, sabemos que no tiene idea de cómo cuidar a un bebé. De como cambiarlo o de como cargarlo.


Y me pregunto, ¿cómo podemos vivir así? Cómo poder seguir viviendo en un mundo tan cruel y despiadado en el que niñas menores de edad son violadas por "personas", incluso padres o familiares. Un mundo en donde hay niños que no comen todos los días, que no pueden ir a la escuela, que no reciben el amor que deberían recibir. A veces no pasa por nuestra mente este tipo de pensamientos porque no son situaciones que nos hayan pasado a nosotros o que sucedan a nuestro alrededor. Pero cuando lo vemos con nuestros propios ojos, cuando escuchas a niña decir: «No se cuidar a mi hijo», es cuando vemos la realidad del mundo. Debemos parar esto, no te ofrezco la solución inmediata, pero comencemos con algo sencillo.
Que todos los guatemaltecos conozcan la realidad de niñas como María. Para que se les rompa el corazón como a mí se me rompió. Que se hagan la misma pregunta que yo me hago ¿Qué pasa con la humanidad? Si es que podemos considerarnos humanos con todo lo que existe y todo lo que se ha hecho. No nos quedemos con la boca cerrada. No permitamos que nuestro país siga así. Hagámoslo por los que ya sufrieron, por los que pueden llegar a sufrirlo y por nosotros. No es un acto de caridad, es un acto de humanidad.
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